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GNOSIS 1/2005
?España islámica?
Concurrencia
y rivalidad ética entre culturas


Diego MEDINA MORALES

L’autore, sulla scorta dell’esperienza storica dell’invasione araba in Spagna, non sembra convinto che siano possibili forme di convivenza / conciliazione tra Islam e Cristianesimo.


Porque el Islam fue expulsado de España podéis gozar de libertad y podéis alcanzar autonomía dentro de una España articulada federalmente, de modo que conforme a la clásica definición de Kant: la libertad de cada uno coexiste con la libertad de los demás dentro de un régimen común de libertad.


(Claudio Sánchez Albornoz
De la Andalucía islámica a la de hoy)


Tras los atentados del 11 de marzo se ha producido en España una especial sensibilización pública (también política) acerca de la reciprocidad cultural entre la civilización islámica y la civilización cristiana occidental. Basta contemplar como los medios de comunicación (prensa, radio, televisión, etc.), desde esa fecha, se han interesado ampliamente sobre el tema para advertir que se ha abierto un controvertido foro de discusión en torno a la posibilidad de que tan diferentes culturas convivan en paz entre sí en Europa. Muy particularmente significativas son las declaraciones realizadas ante la ONU por Rodríguez Zapatero el pasado 21 de septiembre (1) , mediante las cuales sugirió, aunque no explicitó cómo, la oportunidad de una alianza entre civilizaciones. Ahora bien, la cuestión de fondo no radica tanto en la oportunidad de que se produzca tan deseada alianza, como en el hecho de que verdaderamente sea posible tal armónica convivencia entre culturas, sobre todo si se tiene en cuenta la experiencia histórica vivida por siglos en occidente y, más particularmente en España, y la singularidad (de por sí excluyente) que lleva implícita la cultura islámica respecto de cualquier otra cultura o credo.


foto ansa

La cuestión fundamental para la paz y la coexistencia, pues, radica no tanto en el propósito de establecer un diálogo, sino en la probabilidad de que este se materialice. La historia demuestra que la especial singularidad con la que se presenta la observancia islámica (integrista) ha impedido el encuentro de estas culturas durante los siglos de existencia de las mismas, hasta el extremo que podríamos afirmar que cuando han tenido que coexistir, tales culturas, no se han integrado jamás, es más no se han conciliado, todo lo más se han soportado (con una disimulada tolerancia) en tensos climas de crispación y violencia, donde el miedo y la inseguridad han sido una constante (2) .
Un buen ejemplo de lo que hemos afirmado lo encontramos en los siglos de supuesta convivencia entre Islam y cristianismo en España, desde que en el 711 se produjese la invasión (3) de la península por bereberes y hasta que en 1492 se produjo la toma de Granada por el Rey Católico. Contrariamente al sentimiento literario y a la leyenda que se fabuló con el romanticismo (una vez olvidada la gravedad de los sucesos), en aquella España jamás hubo enten-dimiento entre esas dos culturas que estuvieron siempre confrontadas en encarnizada lucha, lucha que se materializó no sólo en los campos de batalla, sino también sobre los inocentes moradores de las ciudades sacrificados
terroríficamente por su mera pertenencia a un credo (los mártires).
Es decir, que se caracterizó por acciones terroristas concretas.

La quimera
Gianni Baget Bozzo, en su reciente libroDi fronte all’Islam (4) ha puesto de manifiesto, con bastante brillantez las claves del desafío o la apuesta político cultural que, sin tan siquiera haberlo pensado, vive actualmente Occidente. Un desafío no solamente religioso, sino global, es decir: cultural, civil y político, pues así lo vive el integrismo islámico. Bozzo afirma que “las relaciones entre Islam y la cristiandad han forjado la historia de Europa”, que “Europa se ha diseñado por aquello que es (que significa) ante el Islam” (5) . Sin dudarlo suscribimos tales afirmaciones, que nos parecen aún más apropiadas para el particular caso de España, dado que la lucha durante siglos entre estas dos culturas ha forjado decisivamente la historia de España. Incluso podría afirmarse (aunque no sea moda actual) que la historia de España es la historia de una constante empresa por permanecer cristiana y occidental.
La interpretación histórico-tópica, muy difundida durante años acerca de la invasión de España por pueblos camitas y semitas, de origen afro-asiático y cultura islámica, nos presentó aquellos hechos de tal manera que hacía suponer, hasta al más escéptico, que esta había acontecido de la noche a la mañana, sin que la población española, ante lo que ella podía suponer, pusiera de su parte mucha resistencia o, mejor dicho, ninguna. Así mismo, esa versión literaria de los hechos, nos invitaba a pensar que dicha invasión supuso un pacífico cambio de las costumbre e instituciones, las germano-romanas hasta entonces imperantes en territorio hispánico, por otras nuevas que, por cultas y refinadas, habían sido pronto asimiladas por los que en estos lugares moraban, supuestamente más bárbaros y cerriles que los refinados (por arabizados) bereberes. España, según la pintoresca leyenda forjada como mito, se había perdido como consecuencia de un castigo divino que venía a poner fin a los constantes desafueros y herejías que surgían en todos los rincones de la Península, que venía a castigar la laxitud moral de un pueblo (hispano-romano) que había caído en la mayor decadencia. Tal explicación, como puede comprobarse, presenta sólo una lógica literaria, poco probable pero si mítica o mágica muy propia de la mentalidad pseudoromántica aerifica desde donde se formuló (6) . Pese a ello la leyenda cuajó, empezó a tomar cuerpo y lo que es aún más sorprendente, a ser considerada por algunos verdad.
Un hecho asombroso, como se puede apreciar, se produce en la Península, al menos tal y como lo cuenta la leyenda; de indoeuropea y occidental, se convierte España en árabe, se rinde al culto del Islam, sus moradores comienzan a llevar otras ropas, repentinamente manejan otras armas, hablan otro idioma y en definitiva, en Hispania, se gozan otras costumbres. Todo ello, insistimos, ocurre según la tradición de la noche a la mañana, y aunque los invasores eran sólo veinticinco mil -si es que lo eran- muchos no dudan en afirmar que el número de mozárabes –o antiguos cristianos- que vivieron bajo el dominio musulmán fue muy reducido, otros incluso no vacilan en afirmar que en España están presentes la mayoría de las tribus de Arabia -kaysies, kalbies, muderies, yemenies- (7) . Sin embargo, lo que pocos explican – y debería ser importante- es lo que fue de los muchos millones de españoles que allí moraban antes de la invasión (8) -es decir, los pertenecientes a la comunidad de cultura plenamente occidental que se supone que seguían hablando, vistiendo, orando con arreglo a la cultura occidental-. ¿Qué había ocurrido en la España de esta época y cómo se explicaba?, es ésta una interrogante que inevitablemente surge ante las muchas dudas que presentan los hechos de este oscuro relato que roza lo mítico y lo inverosímil.
Como puede comprobarse, la historia de la invasión de España por el Islam tras el año 711, tal y como se ha conocido, al menos popularmente, nos presenta los hechos mitificados: como si de un castigo divino se tratase España se perdió. Los excesos cometidos por los libertinos godos son el origen y la justificación de que el buen Dios, a través del Islam y sirviéndose de él, castigara, con la desaparición de vida y cultura, a aquella civilización corrupta y decadente. El Islam aparece así en la leyenda como un placebo o elixir, que viene a introducir orden en el desorden, virtud en una sociedad decadente a la que supuestamente integra, creándose así el mito de la tolerancia y de la convivencia de las tres culturas (cristianos, judíos e islamitas) bajo el común techo protector del Islam (9) .
Ante una interpretación tan «inocente» de los hechos -en el sentido que el término implica simplicidad no tanto como ingenuidad- no podemos más que plantearnos algunos interrogantes. ¿Porqué tanta facilidad para conseguir tan prodigioso cambio?, ¿se produjo realmente tal cambio?, ¿quiere decir todo ello que la cultura hispánica anterior a esta época, y con ella todas sus instituciones, habían muerto?, ¿pervivió el cristianismo de algún modo?, ¿qué relación guardan estos hechos con la reacción cristiana denominada Reconquista?. ¿Existió el clima de tolerancia cultural y religiosa que supone esta leyenda?, ¿es el Islam una doctrina integradora y tolerante?. Todas éstas y algunas más son preguntas que la referida leyenda hace suscitar y que habrá que despejar para comprender el verdadero alcance de los hechos.

Concurrencia etica
El poder islámico en Hispania desde su llegada jamás alcanzó nunca alguno de los tres tipos clásicos de legitimidad maxweberianos entre la población autóctona, es decir, jamás fue asimilado, ni gozó jamás de la legitimidad legal, ni de la legitimidad tradicional, ni de la legitimidad carismática (10) . Parece lógico pensar que el Islam nunca tuviera un reconocimiento de tipo racional entre los pobladores de España, los cristianos hispano-romanos queremos decir (los residentes en ella, en suma, antes de la llegada de los invasores islamitas), acostumbrados a reconocer como verdaderas y únicas -entiéndase auténticas leyes, revestidas de legitimidad- las leyes que emanaban tradicionalmente del poder político central, fuera primeramente Roma o más tardíamente Toledo -otro es el tema de si las aceptaban con mayor o menor agrado-, todas ellas normas sancionadas por el Emperador romano o el Rey toledano a través de rígidas y solemnes fórmulas. Parece lógico pensar que no admitieran como leyes las fuentes del Derecho que proponía el Islam, todas de origen sagrado y principalmente, como sabemos, provenientes de los versículos coránicos.
Decimos que parece lógico, entre otras cosas, porque el derecho musulmán pertenecía entonces –al igual que hoy en países integristas- a un sistema teológico (y no jurídico) y, por ello, respondía (como sigue respondiendo) a una estructura distinta y superada por el sistema occidental de derecho, donde desde tiempos muy remotos no se confundían los textos sagrados (saber revelado de la ordenación trascendente religiosa) con los textos jurídicos (saber evidente o razonado de la organización jurídica socio-política) (11) . En occidente donde, como de sobra es sabido, durante siglos la Iglesia Católica ha tenido una relevancia política muy importante, se ha distinguido hasta tal punto el derecho de la religión que incluso la propia Iglesia, dentro de su seno, distinguió entre su organización jurídico-política (para cuya organización estableció el Derecho Canónico) de su misión evangélica trascendente donde sí que intervienen decisivamente los textos sagrados, que sirven para que el creyente se realice en su fe (12) . No creemos que la población española, acostumbrada a que le fueran aplicadas las disposiciones del Líber Iudiciorum o de derecho consetudinario, estuviese fácilmente dispuesta a que, de la noche a la mañana, les aplicase un derecho, unas normas, inspiradas en versículos del Corán, es decir unas normas religiosas.
No parece nada lógico pensar lo contrario; basta suponer lo que ocurriría en nuestros días si cualquier país occidental fuese tomado por un poder integrista islámico y este pretendiese instaurar el Corán como fuente del derecho derogando inmediatamente todo el derecho vigente hasta ese momento; sin duda la resistencia entre la población sería bastante fuerte y numerosa. Pero es que además, por encima de esta importante razón, cabe suponer la negativa de los hispanos en aceptar un tipo de legalidad cuyo conocimiento presentaba una seria dificultad, pues difícil es creer que un texto como el Corán escrito en un exótico idioma, el árabe, fuera comprensible para un pueblo como el hispano que en el mejor de los casos sólo hablaba lengua romance. Por último, y no por ello menos importante, difícilmente se podía admitir una legalidad (como la dimanante del Corán) cuando esta respondía, en sus principios, a unos parámetros de eticidad muy lejanos de los que predominaban en el pueblo español, pueblo como sabemos occidental (celto-romano-godo) culturalmente al ciento por ciento, siendo por tanto aquel extraño sistema jurídico un producto ajeno al pueblo español. Podríamos decir con Savigny que aquel sistema jurídico dejaba de cumplir el primer requisito esencial que se le exige al derecho en su faceta histórica, ser un producto del pueblo (13) , y como no lo era, difícilmente pudo ser reconocido como tal.
Efectivamente, como bien señala Pérez Prendes (14) , podemos comprobar el débil influjo que el derecho musulmán produjo en la Península, y las causas fueron varias: por un lado la ya señalada, ignorancia del árabe de la población española, en segundo lugar, el ser la población semítica-camítica una minoría en relación con la población autóctona, por lo que precisamente fueron ellos quienes quedaron absorbidos culturalmente, adquiriendo muchas de nuestras costumbres; de tal manera que en lo que se ha llamado cultura hispano-árabe –que fue contra la que se luchó y la que terminó por expulsarse, y que es la que hoy predomina en muchos territorios africanos a donde se les expulsó- el componente hispano fue más intenso que el árabe; por ello, como el propio Averroes advierte, fue la cultura islámica la que resultó más influida culturalmente. Resulta pues paradójico, que contra lo que siempre se nos ha intentado sutilmente deslizar, la cultura y las tradiciones hispanas tienen poca o, mas bien, ninguna influencia árabe, porque la Reconquista se encargó de expulsar a la parte de hispanos-musulmanes que habían sido de algún modo influidos y de erradicar consecuentemente cualquier indicio cultural del entonces considerado enemigo; mientras tanto muchos pueblos musulmanes, sobre todo los del norte de África, sí que deben muchas de sus costumbres –también la flexibilización del integrismo tan inherente al Islam- a viejas tradiciones culturales hispánicas que de aquí se llevaron cuando fueron expulsados, o que después han adquirido cuando han estado bajo dominio occidental europeo, como colonias o protectorados (15) . En segundo lugar, la exclusión del derecho musulmán a aquellas personas que no poseían la condición de islamita fue, también, según Pérez Prendes, un factor importante que contribuyó a evitar la propagación y desarrollo de ese derecho. Un factor importantísimo, pues, fue la pervivencia del derecho autóctono y su aplicación en territorio incluso invadido, para la población autóctona, siempre mayoría; este hecho no sólo sirvió de freno a la expansión de aquel otro sistema extraño, sino que demuestra que para los españoles el derecho musulmán nunca tuvo la consideración de tal derecho. En consecuencia, al no ser reconocido «aquel» derecho por la población española, ni siquiera por la que vivía en zonas invadidas -nunca obviamente por la que residía en zonas liberadas en las que jamás ese derecho tuvo visos de aplicarse-, ese poder adoleció de autoridad legal. En términos maxweberianos los españoles nunca creyeron en la legalidad de las ordenaciones estatuidas por el poder musulmán. No cabe por tanto pensar que el Islam fuera reconocido en su vertiente jurídica por los moradores de Hispania. Desde este plano de consideración nunca hubo dominación legal, nunca tuvo fundamento, el poder islámico en Hispania nunca se legitimó y por ello fue repelido y expulsado.


Fanatismo
En otro orden de cosas, siempre siguiendo a Weber, cabe preguntarse si el poder islámico tuvo de algún modo una legitimación tradicional. Obviamente tampoco fue así. Parece mínimamente lógico considerar que las tradiciones que portaban árabes y bereberes a su llegada a territorio Hispano fuesen consideradas por los autóctonos -en relación a los invasores- moradores de la Península totalmente ajenas y extrañas, es decir, lo que cotidianamente llamamos exóticas. En este sentido, los indicios con que contamos nos hacen creer, con bastante fundamento, que nunca tales tradiciones fueron asimiladas; más bien ocurrió todo lo contrario como hemos advertido líneas antes (16) . Pese al gran esfuerzo que el poder califal realizó para conseguir hacer olvidar a la población las antiquísimas tradiciones occidentales hispanas, esto fue totalmente imposible, pues si hay algo tremendamente difícil de conseguir es arrebatar la memoria colectiva a un pueblo, esto es, cambiarle repentinamente sus costumbres.
En España en las zonas nunca invadidas la asimilación de tradiciones o costumbres islámicas fue ninguna, resultando por otra parte lógico pero además importante, porque, a la postre, fue esta parte de España, no contaminada, la que luego terminó por expulsar al invasor y con él a toda la población que de algún modo estaba contaminada por el Islam (17) , por lo que precisamente fue consideraba enemiga (18) . Pero, además, incluso en la zona invadida las tradiciones hispanas autóctonas nunca se pudieron erradicar del todo, y no porque, como tópicamente se dice, los musulmanes fueran «muy tolerantes» (19) ; pese a la tan cacareada tolerancia, tenemos pruebas del empeño que puso el poder musulmán para lograr terminar con las costumbres y tradiciones de la población autóctona (que hoy conocemos con el equívoco término de «mozárabes» [decimos equívoco puesto que una cosa era el «mozárabe» -que aprendió el árabe- y otra debiera haber sido el “cristiano bajo el yugo musulmán”], es como si a los resistentes en la guerra de la Independencia española se les llamase afrancesados, lo cual rayaría en los limites de lo sarcástico).


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Los «mozárabes», en cualquier caso, constituyeron la supervivencia de la identidad tradicional y cultural hispana en la zona ocupada por el invasor (20) , también constituyeron una «quinta columna» de apoyo durante toda la Reconquista. Así pues las medidas destinadas a acabar con este numeroso colectivo, fueron múltiples y reiteradas, como las que también utilizaría la Corona española más adelante para deshacerse de los moriscos, pero a diferencia el integrismo islámico no se limitó meramente a decretar la expulsión de los cristianos del territorio invadido, sino que usaron medios apropiados para materializar su intención genocidi (21)
A título de ejemplo pueden ojearse las Memorialis Sanctorum de San Eulogio de Córdoba (22) y ver como tales medidas fueron en su mayor parte de una dureza que poca relación parece tener con la manida tolerancia, los cristianos mozárabes eran llevados a límites insospechables para forzar así sus reacciones y justificar una sentencia, siempre injusta, que les llevase a la muerte, siempre cruenta (23) .
Veamos un ejemplo: «Según el relato de Eulogio, a Perfecto le preguntaron algunos amigos musulmanes acerca de su opinión sobre Cristo y Mahoma (no sabemos por qué se les denomina 'amigos', pues su comportamiento no es precisamente el típico de un amigo). Antes de contestar les juró guardar silencio sobre su dictamen, o sea, reconoció la ilegalidad de lo que iba a decir (más bien, diríamos nosotros, sabía de la mala fe de los que le preguntaban, pero el deber de fidelidad a sus tradiciones y fe, no le permitían renegar; es decir a nuestro juicio, lo que demuestra su actitud es justamente que se trataba de un buen cristiano y de un buen hombre). Si bien los contratos dimies garantizaron (dificultaron diríamos nosotros) el libre ejercicio del cristianismo y judaismo, prohibieron, so pena capital, cualquier injuria contra Mahoma o su religión (como lo era meramente manifestar la preferencia de Cristo sobre el profeta). Sigue diciendo Eulogio que al cabo de poco tiempo Perfecto fue denunciado (por los que juraron, con lo que se demuestra el poco escrúpulo de los musulmanes la hora de quebrantar la palabra dada) ante el cadí quien le sentenció según el derecho musulmán (para el mundo hispano fue asesinado, pues como sabemos las normas musulmanas nunca fueron consideradas derecho). Una vez oída la sentencia por el presbítero de San Acisclo se puso a blasfemar aún más a Mahoma y al Islam (reacción propia y lógica de quien sabe que han mandado asesinar a un amigo). Sin embargo si hemos de creer a Eulogio, su última maldición fue dirigida significativamente a cierto Nasr, apóstata, o hijo de apóstatas, y eunuco, que había llegado a desempeñar cargos en el palacio y fue odiado no sólo por los mozárabes sino también por los musulmanes (triste destino el del renegado, ser odiado y mal considerado por todos, pues quien reniega una vez no ofrece ya garantía de fidelidad frente a nadie). Perfecto no puede ser considerado como verdadero exaltado, sino como víctima de un lamentable incidente (conspiración)» (24) .
Como se puede ver la tolerancia no aparece por ninguna parte. Primero se le coloca a este cristiano en el trance de elegir entre Cristo -su Dios- o Mahoma -inventor de una herejía-, una vez que se le hace confiar y se consigue que se confirme en su fe -la cristiana- se le denuncia para que se le condene a muerte; curioso concepto de la tolerancia.
Además de lo anteriormente expuesto, a los cristianos se les sometió a fuertes presiones fiscales (25) y a todo tipo de persecuciones (26) . Pese a todo ello, como hemos indicado, no se pudo separar a los cristianos (mozárabes) de sus tradiciones, que siempre consideraron indestructibles.


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Por el contrario, las que nunca llegaron a ser consideradas así fueron las que los invasores habían traído y que pretendieron, por la fuerza o la astucia, imponer. Como es lógico al no ser reconocidas aquellas tradiciones – nunca en la España no invadida y que a la postre terminaría por imponerse, ni tan siquiera en la España invadida y por ello si de algún modo influida por el Islam- tampoco el poder islámico encontró el reconocimiento que le hubiera conferido la legitimidad tradicional a la que se refiere Weber.
Por último, tras comprobar que nunca el Islam alcanzó un grado de legitimidad legal o tradicional en territorio hispano, hemos de matizar que tampoco gozó de un líder carismático, en base a cuya santidad, heroísmo o ejemplaridad supiese ganarse la entrega extracotidiana de el pueblo hispano, fenómeno que si se produjo con bastante asiduidad en la zona cristiana (27) , razón fundamental por la que fueron emergiendo los reinos hispánicos como he tenido ocasión de demostrar en ya antiguo trabajo (28) . Es decir, que el poder musulmán nunca constituyó, para la población autóctona, una dominación carismática. Efectivamente, todo hace suponer que tal líder nunca existió y que si en algún momento la población española sometida obedeció al poder musulmán, no lo hizo porque viera en él un modelo de virtudes o heroicidad, sino por miedo a las drásticas medidas, al imperio del terror, que aquél había difundido y utilizado paulatinamente contra ellos (29) . Nunca los españoles invadidos fueron atraídos por ningún personaje carismático musulmán, antes al contrario muchos de ellos fueron odiados (recuérdese el horror que entre la población producían las matanzas en tiempos de Almanzor). Por supuesto que de ningún modo puede presumirse tal tipo de reconocimiento entre aquellos españoles del norte que nunca fueron sometidos.

Conclusiones
Como podemos ver, frente al tópico de la convivencia y de la tolerancia, en la España sometida
el derecho, las tradiciones y la ética islámicas fueron rasgos que siempre estuvieron cuestionados y que, entre la población cristiana (masacrada y perseguida) nunca estuvieron reconocidos. Ni siquiera los españoles que vivieron bajo el yugo islámico, los mal-denominados mozárabes, las consideraron nunca señas de identidad suyas, mucho menos aquellos otros que desde un territorio ya liberado luchaban a diario por restablecer las auténticas tradiciones a todo el territorio español.
Las razones, pues, para que no sea factible la conciliación entre cristianismo e Islam las encontramos en una implícita incompatibilidad ética de sus doctrinas y dogmas. Como ha sostenido Bozzo, el Islam ha sido un oponente radical al cristianismo, ha nacido con una vocación de enfrentamiento a aquél. Precisamente ha sido el Islam quién ha creado la diferencia entre Oriente y Occidente al ponerse como objetivo romper la hegemonía del cristianismo y luchar por la imposición de “su” ética y la negación de la cristiana (30) . La historia no hace más que constatar este hecho, que el Islam no sólo se ha concebido como guerra contra el cristianismo, sino a que se ha revelado como su adversario histórico definitivo (31) .
La fe islámica implica la sumisión de este mundo a la voluntad de Dios, un Dios que no ama a los hombres, que tampoco busca amor, sino obediencia, un Dios que exige la destrucción de los no-creyentes, de los infieles, que son considerados seres malignos.
De este modo, no cabe más reconocimiento de moralidad o eticidad que la proveniente del Corán (del Dios coránico). La humanidad no musulmana es mala y hay que destruirla. Esta concepción de las cosas (frente al Dios del amor cristiano y a la concepción de la libre conciencia del hombre –tan cercana a tesis aristotélico-tomistas-) justifica sobradamente por qué razón es tan sumamente difícil la alianza entre culturas. Salvo que Oriente (los musulmanes) alcance un nivel de emancipación religiosa (el mismo que Occidente goza desde tiempo inmemorial y desde luego mucho antes que la llegada de la Ilustración) no será posible encontrar un espacio común de entendimiento entre estas culturas. Salvo que queramos desde Occidente renunciar a lo que somos (camino de lo que al parecer vamos) con la inherente necesidad de regresar por el camino recorrido durante siglos y buscar el espacio de encuentro dentro de las propias tesis fundamentalistas desde las que al parecer no están dispuestos a salir quienes fueron responsables de un 11 de marzo o de un anterior y apocalíptico, también, 11 de septiembre.
No nos parece que esta última sea la solución.


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(1) Entre otras manifestaciones literales recogidas por la prensa española de esa intervención pueden destacarse la siguientes: "Esta alianza habrá de formarse a partir del estudio por parte de un grupo de alto nivel", afirmó el martes Zapatero en su discurso ante la Asamblea General de la ONU"."Tiene como objetivo fundamental profundizar en la relación política, cultural, educativa, entre lo que representa el llamado mundo occidental y en este momento histórico el ámbito de países arabes y musulmanes", El mundo, miércoles, 22 de Septiembre de 2004. Para facilitar esa lucha contra las raíces del terrorismo, Zapatero anunció su intención de proponer al Secretario General de la ONU la constitución de un Grupo de Alto Nivel, que estaría formado por representantes de distintos países y organizaciones regionales y por expertos, y que tendría como misión configurar una alianza de Civilizaciones. Se trataría de favorecer el diálogo entre Occidente y los países árabes y musulmanes, a través de la educación, de la cultura y del respeto a los demás, y tratando de restar fuerza «a quienes manipulan o quieren imponer cualquier religión o creencia». ABC, miércoles, 22 de Septiembre de 2004.
(2) Un claro ejemplo del citado clima de tensión que se produce en los espacios sociales donde concurren la cultura islámica y cualquiera otra lo tenemos, aparte de las tensiones de oriente medio, en la actualidad española, en las prisiones donde se ha empezado a considerar que la concentración de terroristas islámicos está siendo un grave problema. En las prisiones donde se concentran se producen grupos de presión con un marcado sentido religioso fundamentalista, que imponen sus tesis y van aumentando, a través del adoctrinamiento, su numero de adeptos y que realizan todo tipo de prácticas violentas de presión sobre el resto de población carcelaria no musulmana. El pasado día 21.10.04 el diario ABC ofrecía, en sus páginas de información nacional, un reportaje donde se ponía de manifiesto que estas actitudes radicales están favoreciendo que en las prisiones españolas los grupos islámicos realicen una labor de extorsión respecto al resto de población reclusa, lo que a su vez favorece la creación de grupos terroristas operativos dentro de las propias prisiones.
(3) Habría que matizar el término "invasión" dado que los musulmanes entraron en España, como es sabido, bajo la condición de aliados de la facción witizana. Sólo este hecho hace explicable, entre otras cosas, la sorprendente forma de desembarcar que tuvieron las citadas tropas en la península. Efectivamente las constantes alusiones que algunas crónicas -las más tempranas- hacen acerca de los contactos que existieron entre gentes del bando witizano y otras africanas, se refieren a los pactos celebrados para que parte del ejército «árabe» participara como aliado en la guerra civil que se avecinaba en la península. Pese a que la existencia de los citados pactos ha sido, a nuestro juicio intencionalmente, ensombrecida y ocultada por los cronistas árabes, hasta hoy día nos ha llegado noticia de ellos; que su contenido fue el que indicamos, nos parece además la hipótesis más verosímil. En ellos los árabes se obligaron a defender la legitimidad de la dinastía witizana, bajo palabra, contenido contractual que luego no respetaron. Vid. Medina Morales D., Razón Iusfilósófica y Razón Histórica, Granada, 1989.
(4) Bozzo G.B., Di fronte all’Islam, Génova, 2001.
(5) Ibidem, pág. 11.
(6) "La España de los siglos XVI-XVII (más bien inicios de este último siglo) vive respecto a los musulmanes una paradoja de psicología social que también encontrará su correlato en la literatura: maurofilia versus maurofobia. Nos referimos al concepto todavía extendido en torno a lo "moros de antaño", aureolados por la lejanía, embellecidos e idealizados por el paso del tiempo y por la evidencia tácita de que ningún peligro entrañaban ya; y con los cuales, incluso, se podía ejercer una cierta suerte de generosidad esteticista, de puro y duro tópico literario; visión endulcorada que se compadecía mal con la realidad quejumbrosa y molesta de los moriscos reales, eternos lloricones y tozudos en su negativa a normalizar su situación integrándose en la sociedad del momento". Fanjul S., Al-andalus contra España, Madrid, 2000, Pág. 77. "De tal suerte, crearon una corriente de fantasías morunas que en España había de prender con facilidad por el indiscutible volumen pétreo de los monumentos del pasado en Córdoba, Sevilla o Granada, viniendo a asociarse a pequeñas reminiscencias locales y, en especial, a la imaginación de ciertos escritores del XIX y alguno del XX, ávidos de mostrar in situ sus inencontrables filiaciones árabes o, cuando menos, quiméricos árboles genealógicos morales por hallarse sobre la misma tierra". Ibidem. Pág. 89. "El pretexto moruno excita al escritor romántico español, espoleado por sus arquetipos europeos, más que ningún otro, pues se trataba de competir con ellos en el supuesto marco geográfico y vital en que habrían acaecido los sucesos inspiradores de la ficción: no había Aixas, Zulemas o Zegríes franceses, ingleses o alemanes y éstos se veían forzados a echar mano de un pasado y una tierras ajenos; por el contrario, "entre tales adornos exóticos no hay tal vez ninguno más seductor para los románticos españoles que el orientalismo"". Ibidem, Pág. 93.
(7) Así, por ejemplo, Leví–Procençal, en el tomo IV de Historia de España, dirigida por Menéndez Pidal, España Musulmana, Espasa-Calpe, 1982, en las págs. 22 y ss, manifiesta muy claramente tan sorprendente declaración.
(8) Vid. sobre el estado demográfico de la Península, los estudios realizados por Ignacio Olagüe en La decadencia española, Mayfe, Madrid, 1950, tomo I y II.
(9) Bien sabido es, por las razones que ha sistematizado recientemente G.B. Bozzo en su libro Di fronte all’Islam ya citado, que frente al mito de la tolerancia islámica (muy extendido en España), el Islam, como religión, no es nada tolerante, pues se establece y fundamenta desde principios no de conciliación sino de necesaria confrontación con otros credos (los infieles). "L'Islam é stato l'avversarío decisivo del Cristianesimo: e la sua lotta contro il Cristianesimo é stato un grande successo. Infine é l'Islam che ha creato la differenza tra Oriente ed Occidente. Se non fosse nato l'Islam, nonostante i suoi limiti di religione dell'Impero romano íl Cristianesimo avrebbe potuto uscire dai suoi confíni mediterranei. Ció che ha incluso definitivamente il Cristianesimo nei confini spazio temporali e ne ha fatto l'Occidente è l'Islam." Bozzo G.B. , Di fronte…, Op. cit., pág. 74. Para el Islam la humanidad no mulsulmana es mala, lo que no es islámico se considera opuesto a la Voluntad creativa (Dios). Los fieles (musulmanes) están llamados a ejecutar el juicio contra el mundo de los infieles, porque la realidad fuera del Corán no tiene derecho a existir. "Questa è la Jihad islámica. Si tratta di rendere a Dio la realtà umana convertendo il mondo infedele, il mondo che non è scritto nel Kitab. II mondo non credente non ha diritto all'esistenza, lo ha solo per scegliere la conversione o la distruzione ad opera dell'Islam. L’unitá nella Volontà volente è una unità nella Volontà di radicale cambiamento delta condizione umana, nella realizzazione del Kitab." Ibidem, Pág. 66.
(10) Vid. Medina Morales D., Razón Iusfilosófica y Razón Histórica, Op. Cit., Págs. 177 y ss.
(11) Como tiene dicho J.M. Teran refiriéndose a la religión: "El derecho no cumple con estos requisitos, no surge de una convicción de la fe o de las creencias dogmáticas; las instituciones jurídicas están sujetas a controversia y a discusión. Claro que hay relación entre las formas religiosas y las jurídicas, pero lo jurídico es diverso de los contenidos religiosos. La finalidad de la religión es el ideal llamado de la santidad o de lo santo. El derecho no persigue ese fin. El cobro jurídico de intereses o la devolución de lo prestado no tienen estos rasgos. El medio de manifestación del derecho no es el mismo medio, ni tiene las mismas exigencias que la vida religiosa." Filosofía del Derecho. México 1983. Pág. 51.
(12) En pocas palabras, como afirma Stammler (Tratado de Filosofía del Derecho, Editora Nacional, Trad. por W. Poces, México, 1980, pág. 69), «El derecho es un modo especial de ordenar la convivencia humana», mientras que la religión, sus dogmas de fe y normas divinas, tienen como misión regular la relación del individuo hacia Dios.
(13) M.F.C. Savigny, Sistema de Derecho Romano actual, Trad. por Jacinto Masía y Manuel Poley. Madrid, sin fecha, tomo I, pág. 69 «Si preguntamos ahora cuál es el sujeto, en cuyo seno tiene su realidad el derecho positivo, encontraremos que este sujeto es el pueblo. En la conciencia común de éste, vive el derecho positivo, por lo cual puede ser llamado derecho del pueblo».
(14) Pérez Prendes J.M., Curso de Historia del Derecho Español, Op. cit, pág. 366.
(15) Como prueba de la influencia que la cultura hispana autóctona ejerció sobre los árabes y bereberes recordemos las rotundas afirmaciones de Averroes, a las que en otra parte de este mismo trabajo ya aludíamos y que aquí volvemos a recordar por su oportunidad; «Esto es lo que ha sucedido en la tierra de Al-Andalus con los descendientes de los árabes y bereberes, que la naturaleza los ha igualado con los indígenas de aquella tierra y por eso se han multiplicado entre ellos las ciencias». Kitab Kuliy-yat al-tibb (El libro de las generalidades de la Medicina, libro II, cap. II), edic. Tetuán, 1941 (citado por Miguel Cruz Hernández, Historia del pensamiento islámico, Madrid, 1981, Alianza Universidad. Yol. II, 127). La influencia del colonialismo, tan sometida a crítica en nuestros días, debe ser revisada bajo el punto de vista de la exportación a esos países de modelos de gobierno occidentales, que requieren un cierto sistema constitucional o político que difícilmente se hubiera constituido sin la existencia de dichos protectorados. No debemos olvidar que, por ejemplo, en Marruecos, Argelia u otros muchos países africanos se aplica el derecho codificado francés como consecuencia, claro está, de la permanencia o continuidad que se le da al derecho que allí llevaron durante las colonias los europeos, de otro modo sus sistema no sería muy distinto al integrismo imperante en países como Irán o Afganistán mientras gobernaron los talibanes.
(16) "Los moriscos vivieron, en su conjunto, un lento proceso de aculturación desde la toma de Granada hasta 1609, también en distintos grados y con manifestaciones de mayor o menor virulencia según las regiones. No obstante, sí arrastraban una ilusión de supervivencia generalizada refugiándose en profecías cabalísticas, recuerdos cada vez más difuminados de un pasado glorioso (o que por tal tenían) y odio, a flor de piel, hacia Cristianismo, cristianos y clérigos, explosiones en que casi siempre llevaban las de perder ante la sociedad dominante. Las comunidades estaban dirigidas por individuos de un fanatismo religioso a toda prueba que, pese a ejercer sus funciones de guía espiritual de modo soterrado, no cesaban de aguijonear a gentes de cultura escasa (musulmana o cristiana) y fáciles por tanto de influenciar, lamentando verse obligados (más por la imposición natural de necesidades prácticas que por prohibiciones, casi nunca atendidas) a servirse de la odiada aljamía (la lengua "bárbara","extranjera", pues esto significa en árabe, es decir el castellano) al mantener bien arraigada la creencia —que tanto daño ha hecho al desarrollo y evolución del árabe— de que la lengua de la Revelación coránica era inmutable y eterna, como el mismo Dios y su Libro.". Vid. Fanjul, S. Al-Andalus..., Op. Cit. Pág. 15.
(17) Recuérdese que cuando después de reconquistado un territorio se expulsaba a la población mora, no se hacía en base a criterios raciales, sino culturales, por lo que además de ser expulsados los moros en sentido estricto -de otra raza- también lo fueron todos aquellos pertenecientes a la primitiva etnia hispana -indoeuropea- que se habían islamizado, es decir que habían renegado de su fe. Finalmente por decreto de Felipe III en 1614 se acordó la expulsión de los moriscos que quedaban en España, la decisión se tomo por deliberación del Consejo de Estado de 4 de abril, basándose precisamente en el cambio dinástico ocurrido en Marruecos, por razones de seguridad y fue llevada a la práctica por el duque de Lerma y por Rodrigo Calderón.
(18) "No parece que los literatos de la época manifestaran pena alguna por la expulsión de los moriscos (1609-1614), sino más bien al contrario: la celebraron con alborozo, no sólo por halagar las pasiones del vulgo o por actuar de altavoces de la política oficial, sino por conocer la escasa incidencia, la importancia relativa, de la salida de una parte nada apreciada de la población". Vid. Fanjul S., Al-Andalus..., Op. Cit., Pág.76.
(19) Vid Nieto Cumplido M., Islam y Cristianismo, Vol. 2 de Historia de Córdoba., Ed. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1984. «Aplicar hoy, como hacen muchos, el sentido moderno de la palabra tolerancia al ámbito de las relaciones entre musulmanes y cristianos en la Córdoba del siglo IX es una falacia destinada a ignorantes.». Pág. 28. «Apartir de las obras de San Eulogio sabemos que los cristianos vivían confinados en barrios extramuros de la ciudad. No poseian iglesia en la medina y se echan a temblar cuando por cualquier motivo han de salir 'desde elrincón de nuestro tugurio' para llegarse al centro de la ciudad». Pág. 27.
(20) Vid. Jacques Fontaine, El mozárabe, Volumen 10 de la serie La España Románica, Ed. Encuentro, 1978. Trad. por Victoria Bastos y Carlos Rodríguez Lafora. También Cantarino V., Entre monjes y musulmanes. El conflicto que fue España, Ed. Alhambra, Madrid, 1977. Y como no, el ya clasico Simonet F.J., Historia de los mozárabes de España, deducida de los mejores y más antiguos testimonios de los escritores cristianos y árabes, en Memorias de la Real Academia de la Historia, T. XIII, Madrid, 1903.
(21) Como tiene dicho Gonzalez Jimenez M., "Los almohades (1147-1224) fueron tan intolerantes o más que los almorávides, y no sólo con los no-musulmanes sino con lo propios musulmanes que no seguían su especial manera de entender el Islam. Unos y otros acabaron con los mozárabes, destruyeron sus iglesias y objetos de culto, persiguieron a sus obispos y sacerdotes, que se vieron obligados a refugiarse en Toledo y en otras partes de la España cristiana, y deportaron a Marruecos a cuantos mozárabes pudieron capturar. Y lo mismo sucedió con los judíos.". El problema de la tolerancia en la España de las tres culturas, en "Pluralismo, tolerancia, multiculturalismo", Sevilla, 2003. Pág. 131. De esta misma opinión se muestra Cesar VIDAL, en su reciente libro (que ha alcanzado ya su 4ª edición, en pocos meses) España frente al Islam, Madrid, 2004. "Una de las primeras medidas llevadas a cabo por Yusuf fue colocar a los escasos mozárabes que aún vivían en los reinos islámicos ante la dramática tesitura de convertirse al islam o morir. Lo que vino a continuación fue un verdadero genocidio en el que los mozárabes fueron exterminados como animales o deportados al norte de África mientras sus lugares eran ocupados por bereberes recien llegados. Poco después, repitiendo un fenómeno típico del islam, los propios musulmanes de las taifas se convertían en víctimas de los almorávides". Pág. 166.
(22) Basta aquí reproducir un párrafo de la citada obra para acreditar la dureza y el ánimo genocida de las medidas adoptadas por el poder musulmán contra los cristianos: "Los cuerpos de los primeros que murieron luchando fueron colgados de los muros, boca abajo. El sexto día después de su muerte, o sea el 12 de junio, echaron sus cadáveres descompuestos en una hoguera. Para que los cristianos no recogieran sus reliquias, las arrojaron al Guadalquivir entre los insultos del pueblo." (Memorialis Sanctorum, Eulogio de Córdoba)
(23) En contraste, el trato que los cristianos dieron tras la

Reconquista a los moros que quedaron, antes de ser definitivamente expulsados, no fue, paradójicamente, tan cruel, lo cual no supone que fueran aceptados o integrados por la sociedad hispana (hasta su expulsión se les mantuvo formando morerías bien definidas con las cuales los cristianos no tuvieron convivencia). A los musulmanes se les otorgó un trato, si no justo (supuesto que la justicia exige proporcionalidad y, tal vez, lo justo hubiera sido tratarles igual que ellos habían tratado a los cristianos, con crueldad), sí bastante clemente. Vid. A. Domínguez Ortiz y B. Vincent, Historia de los moriscos: Vida y tragedia de una minoría. Alianza, Madrid, 1997.

(24) Hemos decidido reproducir esta cita de Hagerty M.J. , (Los cuervos de San Vicente, Editora nacional, Madrid, 1978, pág. 122), introduciéndole comentarios, pues nos parece muy significativo y ejemplo claro de lo que venimos manteniendo, que un autor, como éste, que ha pretendido hacer un libro en el que se reflejara ese, tantas veces aludido «clima de tolerancia» haya conseguido todo lo contrario. Esta defensa raya una vez más en el disparate. Párrafos como el que aquí reproducimos son numerosísimos en ese libro y hablan por si solos. Los comentarios entre paréntesis nos pertenecen.
(25) Vid. Nieto Cumplido, M., Islam y Cristianismo, Op. cit., «R. Jiménez Pedrajas nos ha recordado la animosidad popular contra los cristianos de la Córdoba emiral que se manifestaba en las continuas blasfemias, improperios y denuestos de la plebe hacia todo lo concerniente a la religión cristiana. Animosidad que, poco a poco, imponía el aislamiento de la comunidad cristiana en todos los aspectos de la vida cordobesa.», Pág. 76. También Hagerty M.J., Op. cit., pág. 221. «Después del punto final de la exaltación promocionada por Eulogio y Álvaro, la tolerancia popular de los musulmanes hacia los cristianos disminuyó notablemente, obligándoles a tener más cuidado en público para no ofender a la religión estatal». Parece ser que la tolerancia es para estos autores, llamémosles del disparate, el que en lugar de matar a todos los cristianos sólo matasen a la mitad, o que por ejemplo sólo les pegasen los viernes o los apedreasen por las calles únicamente dos veces por semana, esto es, al parecer, lo que se ha llamado muchas veces «tolerancia», curioso misterio. Una de las medidas que caracterizó esa curiosa tolerancia fue los fuertes impuestos que se impusieron a los cristianos, por el único motivo de serlo; pensamos, si ello no se juzga discriminatorio, ¿qué efectos tendría hoy una medida de tal tipo?. Por ejemplo en Melilla contra los musulmanes y por el mero hecho de serlo.
(26) Sobre este tema, y para hacerse una idea, puede hojearse uno de los últimos libros de Sánchez Albornoz, De la Andalucía Islámica a la de hoy, Rialp., Madrid, 1983. Resulta bastante ilustrativo.
(27) El reconocimiento carismático de héroes durante la Reconquista española ha sido plural, basta tener en consideración la épica castellana. Ejemplo de tales héroes son los infantes de Lara, en particular el pequeño Gonzalo (y su hermanastro Mudarra), Vid. Fernández Escalante M., Del derecho natural de los héroes al de los hombres, Granada, 1982. También ha sabido recoger Cesar Vidal este fenómeno cuando en su ya citado libro dice: "Que el artífice de este triunfo de las armas cristianas, al que ni siquiera las mayores injusticias personales habían maleado o hundido, se convirtiera en un héroe paradigmático no puede sino resultarnos comprensible. El Cid no venía sino a simbolizar toda la grandeza de la resistencia española frente al islam: valor, fe, lealtad, talento y generosidad". España frente al Islam. Op. Cit. Pág. 167.
(28) Vid. Medina Morales, D. Razón Iusfilosófica..., Op. Cit., Págs. 189 y ss..
(29) Recuérdese entre otras muchas y de igual gusto, la costumbre califal de apilar cabezas cortadas de «sublevados» -algunas veces también de sublevados bereberes- para escarmiento de la población.
(30) Bozzo G.B., Di fronte…, Op. cit., pág. 74.
(31) Bozzo G.B., Di fronte…, Op. cit., pág. 88.

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